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SEXUALIDAD Y CULTURA

Machismo

La discriminación de la mujer tiene un origen ideológico (entendiendo la ideología como el sistema de representaciones sociales del grupo social dominante). La discriminación histórica de la mujer se basa en la idea de la no-igualdad: hombre y mujer son diferentes porque el hombre es "superior" a la mujer. La inferioridad de la mujer tiene su base en lo "natural", en una condición biológica de la que es imposible escapar y que la ha señalado histórica y culturalmente como "el sexo débil" . Esta cultura ha descrito a la mujer desde "la carencia", "nunca como parámetro de referencia". Así la mujer existe a través de los otros (hijos, esposo o compañero), y ha sido la que cuida y sirve .
Claramente se han venido dando cambios en nuestra sociedad en relación a la subordinación y discriminación de la mujer, pero un modelo siempre es difícil de replantear. Cambios en participación productiva, legislación, derechos civiles y políticos, se han venido incorporando, muchos como producto de las crisis económicas de las últimas décadas que han llevado a la mujer a participar más de lo laboral y a cambiar su condición. No obstante, aún coexiste esta ideología, a pesar de evidenciar un discurso permanente de igualdad, el proceso de socialización perpetúa la desigualdad de los géneros en la mujer para ser "sumisa" en lo privado y para el hombre el "dominar-tener éxito" en lo público .
Dada esta carga cultural asociada a los géneros, el modelo patriarcal suscita una dinámica particular en la que la mujer aún en muchos ámbitos contemporáneos no es activa, ni creadora, ni cuidadora de sí misma. Esta relación con ella misma en la que se define a través de otros, la hace más susceptible y vulnerable al poder que otros ejercen sobre ella. Así, el machismo es una fuerza poderosa que obstaculiza el rol activo de la mujer frente a su salud sexual y reproductiva, ya que el plantear exigencias o buscar un comportamiento autónomo, contradice su papel de "sumisa, tolerante y comprensiva".

Al entrar a participar de una manera activa en la construcción de una sexualidad compartida con el hombre, supone para éste último trascender su propio rol y comprender el de la mujer, ir más allá para entender que además de compartir la sexualidad, también se comparte el respeto y la salud; ello supone un sentido de igualdad de derechos y deberes en el intercambio sexual que como ya se vio, aún sigue siendo un lastre cultural y social que deberá ser superado.
En conclusión, aún existe la dominación cultural de la mujer por parte del hombre, sostenida desde lo social, lo religioso, lo económico, lo político, lo legal, lo lingüístico, etc., con imposición de reglas sexuales a ella sin opción real de negociación, asumiendo, por parte del hombre, una relación de poder que visualiza a la mujer de forma dependiente, no dueña de su genitalidad, no dueña de las decisiones que se toman en el marco de los contactos sexuales y mucho más, asumiendo como derecho masculino el tener relaciones penetrativas sin condón, "visión latina" que mira el condón como "cosas que los hombres no usan", o solamente lo harían con trabajadoras(es) sexuales y nunca con sus esposas.

Homofobia.

La homofobia plantea un desconocimiento a la diferencia, con imposibilidad para percibir las características únicas e identidad de la persona homosexual. Esta tendencia de los grupos sociales dominantes lleva a algunas personas a "autodiscriminarse", a generar espacios restringidos de socialización (ghetos) en una búsqueda de interactuar en un espacio permisivo, con menos crítica y discriminación. En ese sentido un gheto representa varias cosas: espacio físico, comunidad de características específicas que a la vez que aísla a sus miembros, les permite establecer algunos niveles de identificación y pertenencia, les brinda la posibilidad de recibir apoyo, desarrollar sentido de comunidad, pero así mismo incrementa un sentimiento de ser parte de un grupo estigmatizado.

La cultura occidental judeocristiana es homofóbica, y esto se ve reflejado a nivel familiar, educativo, laboral, afectivo y social e incluso en las teorías acerca del ser humano y su comportamiento; esto conduce a que las personas con orientación sexual no heterosexual sean consideradas como "amenazas a las buenas costumbres", a la moral tradicional y a la estructura misma de la sociedad contemporánea.

el sentimiento social de discriminación que aunado a la identificación inicial todavía presente en vastos sectores de nuestra sociedad: "SIDA = homosexual".

Este tipo de actitudes discriminatorias ejercen presión sobre muchos homosexuales que estando en el proceso de aceptación de sí mismos, viven y actúan su homosexualidad de forma clandestina, haciendo que permanezcan impermeables a los medios de información que transmiten lo pertinente a prevención de ITS, así como tampoco a los procesos de internalización de actitudes preventivas.

Por último, el hecho de vivir dentro de una condición no aceptada (rechazada) genera culpabilidad que puede suscitar conductas autolesivas, una de las cuales es no implementar comportamientos de menor riesgo en lo relativo a la sexualidad.

Violencia Sexual

La violencia sexual constituye un grave problema de salud pública. La consecuencia a sus víctimas se manifiestan por sentimientos y circunstancias reales de pérdida de autonomía, autocontrol, autoestima, lo que se acompaña de sentimientos de impotencia, desamparo, ira, culpa, depresión y conductas autodestructivas. La víctima de la agresión sexual no sufre solamente el trauma físico sino que además se violenta su libertad y dignidad personal.
Una de las consecuencias es el establecimiento de relaciones de poder en las cuales uno de los miembros crea limitantes a las decisiones que la contraparte puede tener frente a conductas sexuales o al cuidado por el propio cuerpo; una de las manifestaciones de lo anterior es una negociación poco equitativa en el desarrollo de comportamientos sexuales de bajo riesgo. Estas relaciones de poder se caracterizan por irrespeto hacia las actitudes, expectativas y sentimientos relacionados con la vida sexual.

Negación de la Sexualidad Juvenil.

Durante el ejercicio del poder de los adultos sobre los adolescentes y los jóvenes, se les niega desde el punto de vista social y educativo la posibilidad de manifestar su sexualidad; dentro de las múltiples consecuencias que ello implica se encuentran la de establecimiento de sentimientos de culpa o la de la búsqueda de autodeterminación, que es vista como rebeldía. Estos dos elementos, sumados a la eclosión de la presión de los impulsos sexuales y la curiosidad ante los mismos, son generadores de mayores comportamientos de riesgo .

Las prohibiciones de expresión sexual que los adultos imponen a los jóvenes conduce su sexualidad hacia la clandestinidad, la poca comunicación interpersonal de elementos de sexualidad y la experimentación de la misma en espacios que no ofrecen una suficiente y adecuada información frente al riesgo o que no permiten la disminución del mismo.

La sexualidad juvenil se socializa y se ejerce principalmente dentro del grupo de pares, sometida por obvias razones, a riesgos no controlados, ya que lo clandestino limita las opciones preventivas que conduzcan a una toma de decisiones informada, voluntaria, de autocuidado y de cuidado por la pareja.

Desconocimiento Etnográfico de la Sexualidad.

La falta de estudios sobre comportamiento sexual, representación y significado sociocultural de la sexualidad, del sexo, de la salud, del riesgo y de la protección de las diferentes etnias que forman nuestro país, repercute en que las intervenciones a nivel preventivo no se encuentran ajustadas a la realidad de los grupos-objeto. Por supuesto ello implica que las necesidades reales de cada uno de los grupos étnicos sobre información, servicios y medios para alcanzar un cambio de comportamiento en conducta sexual no se encuentran disponibles para esos grupos humanos.
Existe una tendencia en nuestro medio a la aplicación de modelos externos sin un ajuste sociocultural lo que repercute en dificultades de prevención. No quiere decir, que en el país no se realice investigación /intervención en estos campos sino que se presenta un desconocimiento de experiencias locales; en algunas oportunidades a pesar de tener esta información se presenta una resistencia a reconocer y aplicar experiencias locales.
Es bien conocido que se podría llegar a tener el conocimiento más cercano de los grupos-objeto para lograr la promoción de la salud sexual a través de la investigación etnográfica, uno de los medios empleados en la investigación cualitativa, en la que se utilizan herramientas como son : grupos focales, encuestas a profundidad, observación participativa, historias de vida, etc.

Vulnerabilidad y Percepción Riesgo.

El VIH/SIDA permite estudiar no sólo el comportamiento de riesgo individual, sino también el contexto ambiental y sociocultural donde se inscribe la persona en concreto. Desde esa óptica, "la vulnerabilidad es consecuencia de factores del grupo social que influyen negativamente en la capacidad del individuo para ejercer control sobre su propia salud" Este cambio de paradigma, al superar la versión biologicista y patocéntrica de la vulnerabilidad frente al VIH, permite proponer acciones en diversos sentidos, escenarios y grupos de población.
La vulnerabilidad para el VIH esta regida por una amplia gama de factores que coexisten sinérgicamente, que toman diversos valores de acuerdo con el contexto y cultura particular en que se inscriba una persona, y que permiten diversas expresiones en una misma comunidad frente a generar o a empeorar la vulnerabilidad individual. Algunos de ellos son: a) factores personales; b) factores relativos a la calidad y cobertura de los servicios y programas de prevención, asistencia, apoyo social y mitigación de los efectos; y c) factores del grupo social.
Con referencia a los factores personales, desde la perspectiva antropológica, la no percepción subjetiva del riesgo por parte de hombres y mujeres, lo cual provoca un "daltonismo" frente al peligro en que se encuentra de adquirir el VIH debido a los rasgos de conducta sexual. Sumado a esto, se encuentran el nivel de ignorancia y aislamiento de los circuitos informativos en que puede estar inmersa una persona en particular. También se agrega el desconocimiento de los riesgos percibidos y objetivos que enfrenta la mujer, lo cual evidentemente puede incrementar su vulnerabilidad, dadas las características de los estereotipos de género en que están inscritos hombres y mujeres y a la reconocida mayor vulnerabilidad biológica de la mujer.
El contexto social se basa en factores como: normas y valores sociales que influyen en la percepción de lo que es aceptable y ambientes sociales que definen diferentes normas de conducta. Las normas de un grupo social específico afectan la percepción del riesgo y el significado social que se le confiere, de modo que existe un nivel de riesgo aceptable que varía de acuerdo con el contexto y el grupo social. Se ha visto que "si un grupo de individuos ignora el riesgo manifiesto es por que su red social los estimula a hacerlo. La interacción social parece jugar un papel mayor en la codificación perceptual de los riesgos".
Existen factores propios de la interacción social en ciertos grupos poblacionales que ayudan a mantener "lo aceptable" y lo normal de tener sexo sin protección. La percepción del riesgo sexual se ve influida por normas sexuales y conductuales que son comunes a los grupos sociales. Todo esto señala la importancia de generar intervenciones que estimulen cambios en las normas sexuales y no solo en la creencias individuales sobre la salud y la percepción del riesgo.
Además de la normativa sociosexual, el riesgo también es situacional y relativo, es decir, que se percibe diferencialmente dependiendo del contexto y de la situación en la que se negocie el encuentro sexual. "Lo que se percibe como un costo, un beneficio o un riesgo, no es estático o necesariamente compartido por individuos similares, sino que está situado en diferentes contextos sociales". El comprender el contexto social de la percepción del riesgo requiere evaluar lo prioritario del riesgo en el contexto de otros más cotidianos e inmediatos.
la verticalidad de los estudios epidemiológicos y su dificultad para descifrar el grado de riesgo al cual se expone un ciudadano común y corriente. La responsabilidad de las ciencias sociales y del comportamiento en la llamada "década perdida" en prevención del VIH, radica precisamente en no corroborar si las propuestas de prevención realmente están siendo costo-efectivas. Pareciera que se desconocen las creencias individuales, las actitudes y las prácticas de personas que están insertas en situaciones de vida en que corren riesgo identificados, que bajo paradigmas verticales no se describen y lo que es peor no se atienden, no se atenúan y no se controlan .
A pesar de que la infección por VIH ha estado circunscrita a determinadas prácticas de riesgo que practican más unos grupos humanos que otros, en condiciones de marginalidad y/o discriminación por motivos de sexo, edad, orientación sexual, situación económica, entre otros, no es menos cierto que en algunos casos personas que no cumplen con estos estándares también han comenzado a infectarse en proporciones importantes. Con ello se quiere decir que la vulnerabilidad no es estática, que no se puede simplificar el paradigma de la vulnerabilidad, y que es pertinente además que los estudios epidemiológicos sean cruzados interactivamente, con propuestas antropológico-sociales que permitan definir personas concretas en situaciones de vida cotidianas, con creencias, actitudes y practicas que tal vez no estén tipificadas con un sujeto abstracto, pero desconocido al momento de cometer un proceso preventivo.

2 comentarios

Fan -

Me gusto mucho la explicación de cómo el sistema patriarcal marca nuestra sexualidad y nuestra conducta y emociones al respecto, y todas las aristas que esto conlleva. Saludos

isabel 92 -

que interesante resulta la manera en que nos manejan sexualmente la sociedad, las culturas, el tiempo o año en que vivimos. a mi parecer, el problema esta en nosotros que lo aceptamos